sábado, 12 de enero de 2008

DIARIO 99

UNO

HE PASADO por la casa de Lourdes. Un sinnúmero de recuerdos han sobrevolado mi mente. ¿Qué estará haciendo mi dulce y linda enamorada de la pubertad? En la puerta de la morada he reconocido a su padre, aquejado por una dolencia, pero tranquilo y amando la vida. Por un instante me provocó preguntarle por Lourdes, mas seguí caminando. Es increíble: unos minutos antes junto a Kito Cortés habíamos hablado de ella. “Mi chica” –sentenció mi amigo-. Computé que no sabía o no se acordó que algo tuve que ver con la muchacha más hermosa de Santa Isabel a principio de los años setenta. En verdad Kito fue su primer templado y llegó a estar con ella. En ese tiempo Lourdes venía en una alta bicicleta roja a pasear por las inmediaciones de mi casa, debido a que cultivaba una buena amistad con Emilia, una de las chicas Navarro, vecinas nuestras.

Conmigo estuvo después. Diez años después. Volví a Piura unas vacaciones y retomé el contacto con ella. Estaba llena de esplendor en su vestido azul y los ojos más arrobadores que jamás gozó la ciudad del sol y los algarrobales. Nos reencontramos en Lima y deambulamos por las calles de Barranco, entrando y saliendo de pubs, cerca del Puente de los Suspiros; yes, suspirando de rato en rato por ese amor que lanzamos al viento del acantilado y que se envolvió en la soledad del tiempo. Luego de veinticinco años de ausencia –otra vez en Piura- tendría la ocasión de verla y recuperarme en sus ojos maravillosos, como un manantial de juventud, donde abrevar la música de la canción que nos ensimismara.

Me preguntaba si aún escucharía aquel tema de Perales: El amor, sonando en su corazón mientras volábamos por las polvorientas autopistas de Piura, en el toyota-corona de mi padre, desde La Granja al Country Club, rehuyendo de la inmisericordia de los días vacíos y el tedium vitae. La alegría de Lourdes vive en mí. Es como si no hubiera demorado nuestra vida. Las imágenes se suceden suavemente y enarbolan mi poesía. ¿Qué melodía hemos de componer ahora?

DOS

HOY ES 25 de mayo de 1956. No. Es la misma fecha pero 43 años después. Yo soy un poeta. Lo único que quise ser, desde que escribí el primer poema hacia los 15 años, en 1971. En plena crisis adolescente, una mañana de junio with ese friecito de Piura, sentado en mi salón de 4o de secundaria en el colegio San Ignacio de Loyola; súbitamente escribí un poema al que llamé Mundo en el que me interrogaba acerca de la infinita realidad que me rodeaba. Y no tuve ninguna respuesta. Sólo una rara calma luego de botar todo lo que tenía adentro. Y con eso ya fue suficiente.

Lo extraño es que desde aquel instante de soledad no tuve otro interés que convertirme en poeta. Ya lo era (sentía que lo era) pero debía proyectarme, estudiar, leer para poder llegar a mi lenguaje, a mi tono original. Pero ¿Qué tiene que ver la fecha de hoy? Es que cumplo años, mi santo, mi onomástico –para decirlo con una palabra rebuscada- y son 28 años desde que asumí la vocación en cuerpo y alma. ¿Qué ha sucedido todo este tiempo? “Han habido muertes y matrimonios” podría decir como el poeta José Watanabe, o acaso sucumbir ante la memoria (la resaca –Vallejo dixit-) de lo intensamente vivido.

En la segunda parte de aquel año 1971 conocí a una linda rubia a quien recordaré como Beatriz (tal era su tercer name). Quedé absolutamente enamorado de sus ojos iridiscentes –entre plomo, celeste y azul con radiaciones en negro y verde- . Con ella mantuve una relación platónica que me arrojó a los baldíos de la desesperación, la pena y la melancolía. Para colmo en el curso de Literatura Española del colegio descubrí a Gustavo Adolfo Becquer y mi pasión se desató con los estragos previsibles. Al terminar dicho año y con el corazón destrozado intenté un poemario sobre la funesta experiencia. Fue algo que marcó mi adolescencia con el sello blanco de un desolado amor. Las vacaciones del verano curaron mi pena. Y lo que es peor: decidí no volver a enamorarme nunca más.

En 5o de secundaria me sucedió lo maravilloso. Sin darme cuenta me fui templando de Ana, hermana de un compañero de clase que tenía la bondad de llevarme al colegio en la camioneta de su familia. Ana ya había terminado (un año antes) la secundaria y salía a acompañar a su mamá –quien manejaba el vehículo- o para asistir a sus clases de secretariado en una academia de la ciudad. Contra todos mis pronósticos Ana correspondió mi requerimiento y fui el poeta más feliz durante aquellos días de furtivos encuentros y poemas escritos para ella. Ocurrían de noche en la glorieta del parque de Santa Isabel o yo me tiraba la pera, citándome con Ana en la iglesia San Sebastián o en la azotea de algún desguarnecido edificio –lugares exóticos, apacibles, inauditos- de modo que nadie osara intervenir nuestro amor, sagrado como todo verdadero amor. Fue bello, inolvidable, azul como el marino de sus pantalones. Ana ¿Dónde estarás hoy día? Qué angustia tibia se apodera de mí en este mediodía translúcido y manso. Desaparición.

TRES

PIURA, 26 de mayo. Ayer celebré mi santo con un recital de poesía en la Universidad Nacional de Piura. Fue una hermosa experiencia en un aula del campus de aquella institución que fundó mi padre. El poeta Sigfredo Burneo junto al narrador Rafael Gutarra me agasajaron en El Golfo. Previamente –en la universidad escuché una excelente exposición sobre mi obra poética y luego respondí todas las inquietudes de los estudiantes de Educación, especialidad de Literatura. Por la noche convinimos en visitar al poeta Adolfo Venegas con quien hice recuerdos de la primera juventud en Lima, época de las revistas Nubetonta y Tallo de Habas, de amigos comunes comos los poetas Mario Montalbetti y Edgar O’Hara.

En este instante escribo en el escritorio de mi padre. Acabo de ver fotos antiguas de mi familia y siempre me parece increíble el milagro de la existencia y el tiempo: de la nada a la vida y otra vez a la nada. Por lo menos estoy tranquilo, siempre con una suave angustia imperceptible. Pero ya no padezco esa insatisfacción desesperada de la juventud. Mis penas están como mitigadas. Estoy reconciliado conmigo mismo, sólo por momentos me asalta la memoria de Lima y tengo algo de melancolía. Un sutil estremecimiento siento al recordar a Dalmacia, la compañera de la juventud rebelde y altanera o a Mabel, la mujer de mis últimos tiempos limensis; pero hay que seguir. Si no pude quedarme en la Ciudad de los Reyes, tengo la esperanza de volver, mas ¿Cuándo será?

CUATRO

A ESTA HORA del atardecer se me ha dado por escribir. Debo hacerlo, si luché tanto por dedicarme a esta rara ocupación, tengo que estar en forma. El tema no interesa. Lo importante es pergueñar unas frases ideales, una música a tajo abierto del corazón. Ya van a ser tres semanas que llevo en mi ciudad natal. Me vi obligado a salir de Lima por la dificultad de sobrevivencia que observé. Se podría decir que estoy refugiado en la vieja casa de mis padres –ya fallecidos- que ahora maneja mi hermana mayor, Lola, con su dulce autoridad ya acostumbrada.

¿Qué hago en Piura? Estoy lejos de mis amigos limeños, de mi puesto de vanguardia en la literatura peruana, de mis actividades de promoción de recitales, conciertos, discusiones; en fín, la famosa contra-cultura. Hoy sólo me queda el recuerdo de 25 años de creación y acción radical. Pero esa memoria –es indudable- me permite vivir. Porque estoy vivo. Estoy perenne allí y aquí. Estos días –es necesario verlo así- constituyen el reposo del guerrero, la canción del después.
Acá tengo el apoyo directo de mi familia para poder vivir y escribir. En Lima esto se hacía cada vez más difícil. “Nunca me encontrarán abatido” podría decir como un verso de Jorge Pimentel. ¿Qué será del loco? Nos pasamos muy buenos momentos, desde hace mucho tiempo y en distintas etapas. Aquí puedo rememorarlo con afecto. Mi época con el Movimiento Hora Zero y luego mi relación personal y profesional con el autor de Kenacort y Valium 10. Juventud, aprendizaje, ultrismo, rabia y pasión. Qué más. La belleza de ciertas chicas. La otredad.

En Piura cae otro atardecer inmisericorde con la poesía. Es decir yo puedo escribir que estoy solo y puro, que mi vida es un reciclaje sorprendente, pero nada será como el poema más bello nunca logrado. Porque es inexistente, pero es.

CINCO

HOY ES 2 de julio. Llevo casi dos meses en mi Piura natal. Hace una semana se me propuso trabajar en VISION del Norte, un diario de la localidad y no acepté debido a que es mi deseo volver a Lima pronto. Lo agradable de Piura es el clima, pero nada más. Estoy acostumbrado al ritmo de la Ciudad de los Reyes y allá debo marchar. Ya me comuniqué con Mabel, mi compañera y amante para regresar a sus delgados brazos y las noches de amor. Aquí me paso los días leyendo –felizmente está intacta la clásica biblioteca de mi padre- de modo que puedo alegrarme el espíritu con buenas páginas. Y escribir. Estoy componiendo poemas con la paz que no tenía hacía bastante tiempo en Lima, por la vida desordenada que llevé y que espero haber concluido definitivamente. Mientras tanto estoy preparando la presentación en Piura de mi último libro, la nouvelle Santísima Trinidad para el viernes 23 de este mes, en el auditorio de la Biblioteca Municipal de Piura. Contaré con las palabras introductorias de los poetas y profesores Sigfredo Burneo, Lelis Rebolledo y Adolfo Venegas. Entonces quedaré listo para mi retorno a Lima. A seguir escribiendo la novela Camarada Bailarina que tengo comenzada en el ordenador de Mabel. Estos son mis planes inmediatos.

SEIS

CAPRICHO RIMADO

La tarde azul de mi extraño corazón
No sobrevivirá la pústula sí
Y en que vano sol tu fresco berbiquí
Se abre como flor bellísima pon

La rareza en el poema dudo
Que nos consuele la memoria triste
De cualquier forma tú estás desnudo
Por si acaso con la lluvia insiste

Debes avanzar en la cerretera
No morir de pena sino de kung fú
Ya sabes la línea es clara y tú
Corres sin descanso por la frontera


Santa Isabel, Piura, Año Domini 1999.

lunes, 7 de enero de 2008

Las persianas

Nuestros padres vinieron desde lejos
atravesaron valles, arenales, sembríos rezumando a caña
limpias praderas de arroz, puentes metálicos
y por fin se establecieron en el desierto más vasto que encontraron
Habían abandonado la metrópoli, el silencio de los dioses
marcharon sobrios y fecundos a la busca de un país,
un lado de la tierra en que las lluvias fueran buenas
Así conocieron la canícula y el polvo de una década
sus noches fueron la brillantez del sueño más hermoso
sobre los débiles focos de una ciudad incipiente

Mis hermanos no eran aún adolescentes
y el lugar duraba lo que una vuelta en bicicleta
sus plazuelas solitarias deshojando tamarindos
viejos algarrobos que sólo conocían las iguanas
barrios impecables y pequeños, familias enteras
tomando el fresco a la puerta de la calle
Oh noches del verano como muchachas de éter
tiempo de lluvias salvajes, oh mi aldea
y recuerdo a la gente apostada sobre el Puente Nuevo
midiendo el terror de una posible inundación
el caudal abrumador del río que enfurecía cada siete años
y los primeros avisos luminosos reflejaban
su eléctrico esplendor sobre las aguas
Pueblo mío, infancia, estadio irresponsable
la belleza de los padres como un dulce manto
esa soledad al terminar la vermouth
o al quedarme solo en las aglomeraciones
Oh locura de correr por mis calles, mi adorable geometría
Que creí, adónde ir a buscar un calmante para mi muerte
Adónde ir, papá, mamá hermanos, dónde.


Soledades

Piura II

Apareció bajo el umbral de mi puerta
¿Te esperé meses, años, libros, conversaciones?
Un encuentro en la perra ciudad
era un buen pretexto par tornar una cerveza
Y me contó de una triste hembrita de cabellos oscuros
era como la novela que estaba escribiendo
era como el silencio cerrado
No he hablado con nadie en meses – me dijo
Aquí no hay nada –
y tomamos cerveza sin cesar
Y es terrible se piensa mucho en la muerte,
Fui maestro en un pueblito del desierto-
Ahora terminad la licencia
encuentro sabiduría en sus movimientos
y en nuestras vidas adónde irán parar
Odio minuciosamente las calles de esta ciudad - me dice
y entonces nos levantamos. En el bar, amanece


En el tiempo

in memoriam Luis Hernández


No lo conocí.
Se que destruyó sus músculos
sus jardines.
Tuvo la soledad de un ciclista.
La risa como un manantial.

Tal vez su único odio
Fuera su bondad. No lo sabemos.
(Ellos dijeron que estaba enfermo)
Durmió solo en su hotel.

En su paz partió de una esquina
al encuentro de un disfraz
para ser acaso el mar suave, el gentío
o el finísimo desierto.


Conversación con mi padre en su lecho de enfermo

Ahora tal vez la muerte no sea una bella palabra.
Tus ojos negros me miran, se aferran suavemente
a un hilo de vida, al silencio de tus labios
en el que leo mi nombre pronunciado con amor y
una flecha de soledad disparada al mundo,
a esta hora de la tarde en que me encuentro
solo contigo y comprendo que el oxígeno,
el suero, las agujas rompiendo tus dulces venas
son también los días reunidos
en que paseábamos bajo los algarrobos frente
al Mercado Viejo, una manzana de sol dorando
la belleza de tus gentes/ Piura
Viento de la seis besa el corazón de Aníbal
como el besó la tierra caliente, llámalo
hacia la vida, recuérdale a las muchachas
cuerpo – cántaro de agua fresca, dile que tú
has superado todos los controles del hospital
haciendo el amor a enfermeras irascibles
y que ahora estás acariciando su cabello lacio
aunque él no pueda darse cuenta y duerma dominado
por l fiebre y la diabetes / ¿Cómo habrá pasado
la noche? En este último verso del poema
sé que parto al hospital y voy a reemplazar al viento.


Escrito en la oficina

Para escribir un poema
sentado en la oficina
Qué hacer
revisando archivos, fichas, soledades
de papel membretado y pelikanol

“Sí, Buenos Días”
“De parte de quién?”
Canción que fue a perderse
por los hilos telefónicos, aullido de perro
en la vecindad

Esto es para llorrar
y no hay ningún consuelo
entre papeles quemados en mi memoria
y tableteo de metralletas en las zonas liberadas

La canción queda varada por las innombradas
calles, por las innombradas y silenciosas avenidas
iluminadas amplias autopistas en la noche neón
y mercurio sombras de neblina rocío de los
cuerpos en el frío y la aproximación de la
madrugada
Oh qué hacer
Los buses cansados se pierden en la distancia
y no hay nada que se parezca a la vida ni
a la muerte nada que merezca ser
recordado ni escrito ni cantado
entonces qué canto aquí en mi canto
sino el vacío de las paginas en blanco
los próximos poemas un juego inútil sensitivo
para tocar como el viento urbano
la falda de las muchachas
y ya no habrá manera de recordar un amor
de estampar el silencio en la mañana de Junio
diosa de la belleza
de los deseos y las apariencias inesperadas

el tableteo de las máquinas calculadoras
obsede mi suave esparcimiento solitario
el olor a tinta fresca en la pituitria
me recuerda mi nombre mi oficio
mi silencio de fiera repentina
pero
quién será qué será
en estos días cuello de botella

la ciudad es una concha gigantesca la bahía
un mar que la golpea sin misericordia ni
crueldad
y yo la veo caminar bajo los arboles
hacia la cita con su amante
compacto el frío en las casacas ajustadas
pero qué sola se ve una flor
en su maceta
entre 2 muros y el parquet
)de nada para nadie en el hueco del amor(
la flor se tiende sobre mí
y acaricia la sombra de luz
en las baldosas y se deja remecer
por el aire tibio que acaso llega
desde dónde no sé
sino que al salir me esperan
las amplias avenidas silenciosas con semáforos
y soledades de asiento roto en microbuses
al trote de un caballo

la ciudad se extiende como una peste
o un maldición
y los relojes se acercan a las 12 m
al viento muerto que respiro
como cáncer de monóxido