HE PASADO por la casa de Lourdes. Un sinnúmero de recuerdos han sobrevolado mi mente. ¿Qué estará haciendo mi dulce y linda enamorada de la pubertad? En la puerta de la morada he reconocido a su padre, aquejado por una dolencia, pero tranquilo y amando la vida. Por un instante me provocó preguntarle por Lourdes, mas seguí caminando. Es increíble: unos minutos antes junto a Kito Cortés habíamos hablado de ella. “Mi chica” –sentenció mi amigo-. Computé que no sabía o no se acordó que algo tuve que ver con la muchacha más hermosa de Santa Isabel a principio de los años setenta. En verdad Kito fue su primer templado y llegó a estar con ella. En ese tiempo Lourdes venía en una alta bicicleta roja a pasear por las inmediaciones de mi casa, debido a que cultivaba una buena amistad con Emilia, una de las chicas Navarro, vecinas nuestras.
Conmigo estuvo después. Diez años después. Volví a Piura unas vacaciones y retomé el contacto con ella. Estaba llena de esplendor en su vestido azul y los ojos más arrobadores que jamás gozó la ciudad del sol y los algarrobales. Nos reencontramos en Lima y deambulamos por las calles de Barranco, entrando y saliendo de pubs, cerca del Puente de los Suspiros; yes, suspirando de rato en rato por ese amor que lanzamos al viento del acantilado y que se envolvió en la soledad del tiempo. Luego de veinticinco años de ausencia –otra vez en Piura- tendría la ocasión de verla y recuperarme en sus ojos maravillosos, como un manantial de juventud, donde abrevar la música de la canción que nos ensimismara.
Me preguntaba si aún escucharía aquel tema de Perales: El amor, sonando en su corazón mientras volábamos por las polvorientas autopistas de Piura, en el toyota-corona de mi padre, desde La Granja al Country Club, rehuyendo de la inmisericordia de los días vacíos y el tedium vitae. La alegría de Lourdes vive en mí. Es como si no hubiera demorado nuestra vida. Las imágenes se suceden suavemente y enarbolan mi poesía. ¿Qué melodía hemos de componer ahora?
DOS
HOY ES 25 de mayo de 1956. No. Es la misma fecha pero 43 años después. Yo soy un poeta. Lo único que quise ser, desde que escribí el primer poema hacia los 15 años, en 1971. En plena crisis adolescente, una mañana de junio with ese friecito de Piura, sentado en mi salón de 4o de secundaria en el colegio San Ignacio de Loyola; súbitamente escribí un poema al que llamé Mundo en el que me interrogaba acerca de la infinita realidad que me rodeaba. Y no tuve ninguna respuesta. Sólo una rara calma luego de botar todo lo que tenía adentro. Y con eso ya fue suficiente.
Lo extraño es que desde aquel instante de soledad no tuve otro interés que convertirme en poeta. Ya lo era (sentía que lo era) pero debía proyectarme, estudiar, leer para poder llegar a mi lenguaje, a mi tono original. Pero ¿Qué tiene que ver la fecha de hoy? Es que cumplo años, mi santo, mi onomástico –para decirlo con una palabra rebuscada- y son 28 años desde que asumí la vocación en cuerpo y alma. ¿Qué ha sucedido todo este tiempo? “Han habido muertes y matrimonios” podría decir como el poeta José Watanabe, o acaso sucumbir ante la memoria (la resaca –Vallejo dixit-) de lo intensamente vivido.
En la segunda parte de aquel año 1971 conocí a una linda rubia a quien recordaré como Beatriz (tal era su tercer name). Quedé absolutamente enamorado de sus ojos iridiscentes –entre plomo, celeste y azul con radiaciones en negro y verde- . Con ella mantuve una relación platónica que me arrojó a los baldíos de la desesperación, la pena y la melancolía. Para colmo en el curso de Literatura Española del colegio descubrí a Gustavo Adolfo Becquer y mi pasión se desató con los estragos previsibles. Al terminar dicho año y con el corazón destrozado intenté un poemario sobre la funesta experiencia. Fue algo que marcó mi adolescencia con el sello blanco de un desolado amor. Las vacaciones del verano curaron mi pena. Y lo que es peor: decidí no volver a enamorarme nunca más.
En 5o de secundaria me sucedió lo maravilloso. Sin darme cuenta me fui templando de Ana, hermana de un compañero de clase que tenía la bondad de llevarme al colegio en la camioneta de su familia. Ana ya había terminado (un año antes) la secundaria y salía a acompañar a su mamá –quien manejaba el vehículo- o para asistir a sus clases de secretariado en una academia de la ciudad. Contra todos mis pronósticos Ana correspondió mi requerimiento y fui el poeta más feliz durante aquellos días de furtivos encuentros y poemas escritos para ella. Ocurrían de noche en la glorieta del parque de Santa Isabel o yo me tiraba la pera, citándome con Ana en la iglesia San Sebastián o en la azotea de algún desguarnecido edificio –lugares exóticos, apacibles, inauditos- de modo que nadie osara intervenir nuestro amor, sagrado como todo verdadero amor. Fue bello, inolvidable, azul como el marino de sus pantalones. Ana ¿Dónde estarás hoy día? Qué angustia tibia se apodera de mí en este mediodía translúcido y manso. Desaparición.
Lo extraño es que desde aquel instante de soledad no tuve otro interés que convertirme en poeta. Ya lo era (sentía que lo era) pero debía proyectarme, estudiar, leer para poder llegar a mi lenguaje, a mi tono original. Pero ¿Qué tiene que ver la fecha de hoy? Es que cumplo años, mi santo, mi onomástico –para decirlo con una palabra rebuscada- y son 28 años desde que asumí la vocación en cuerpo y alma. ¿Qué ha sucedido todo este tiempo? “Han habido muertes y matrimonios” podría decir como el poeta José Watanabe, o acaso sucumbir ante la memoria (la resaca –Vallejo dixit-) de lo intensamente vivido.
En la segunda parte de aquel año 1971 conocí a una linda rubia a quien recordaré como Beatriz (tal era su tercer name). Quedé absolutamente enamorado de sus ojos iridiscentes –entre plomo, celeste y azul con radiaciones en negro y verde- . Con ella mantuve una relación platónica que me arrojó a los baldíos de la desesperación, la pena y la melancolía. Para colmo en el curso de Literatura Española del colegio descubrí a Gustavo Adolfo Becquer y mi pasión se desató con los estragos previsibles. Al terminar dicho año y con el corazón destrozado intenté un poemario sobre la funesta experiencia. Fue algo que marcó mi adolescencia con el sello blanco de un desolado amor. Las vacaciones del verano curaron mi pena. Y lo que es peor: decidí no volver a enamorarme nunca más.
En 5o de secundaria me sucedió lo maravilloso. Sin darme cuenta me fui templando de Ana, hermana de un compañero de clase que tenía la bondad de llevarme al colegio en la camioneta de su familia. Ana ya había terminado (un año antes) la secundaria y salía a acompañar a su mamá –quien manejaba el vehículo- o para asistir a sus clases de secretariado en una academia de la ciudad. Contra todos mis pronósticos Ana correspondió mi requerimiento y fui el poeta más feliz durante aquellos días de furtivos encuentros y poemas escritos para ella. Ocurrían de noche en la glorieta del parque de Santa Isabel o yo me tiraba la pera, citándome con Ana en la iglesia San Sebastián o en la azotea de algún desguarnecido edificio –lugares exóticos, apacibles, inauditos- de modo que nadie osara intervenir nuestro amor, sagrado como todo verdadero amor. Fue bello, inolvidable, azul como el marino de sus pantalones. Ana ¿Dónde estarás hoy día? Qué angustia tibia se apodera de mí en este mediodía translúcido y manso. Desaparición.
TRES
PIURA, 26 de mayo. Ayer celebré mi santo con un recital de poesía en la Universidad Nacional de Piura. Fue una hermosa experiencia en un aula del campus de aquella institución que fundó mi padre. El poeta Sigfredo Burneo junto al narrador Rafael Gutarra me agasajaron en El Golfo. Previamente –en la universidad escuché una excelente exposición sobre mi obra poética y luego respondí todas las inquietudes de los estudiantes de Educación, especialidad de Literatura. Por la noche convinimos en visitar al poeta Adolfo Venegas con quien hice recuerdos de la primera juventud en Lima, época de las revistas Nubetonta y Tallo de Habas, de amigos comunes comos los poetas Mario Montalbetti y Edgar O’Hara.
En este instante escribo en el escritorio de mi padre. Acabo de ver fotos antiguas de mi familia y siempre me parece increíble el milagro de la existencia y el tiempo: de la nada a la vida y otra vez a la nada. Por lo menos estoy tranquilo, siempre con una suave angustia imperceptible. Pero ya no padezco esa insatisfacción desesperada de la juventud. Mis penas están como mitigadas. Estoy reconciliado conmigo mismo, sólo por momentos me asalta la memoria de Lima y tengo algo de melancolía. Un sutil estremecimiento siento al recordar a Dalmacia, la compañera de la juventud rebelde y altanera o a Mabel, la mujer de mis últimos tiempos limensis; pero hay que seguir. Si no pude quedarme en la Ciudad de los Reyes, tengo la esperanza de volver, mas ¿Cuándo será?
En este instante escribo en el escritorio de mi padre. Acabo de ver fotos antiguas de mi familia y siempre me parece increíble el milagro de la existencia y el tiempo: de la nada a la vida y otra vez a la nada. Por lo menos estoy tranquilo, siempre con una suave angustia imperceptible. Pero ya no padezco esa insatisfacción desesperada de la juventud. Mis penas están como mitigadas. Estoy reconciliado conmigo mismo, sólo por momentos me asalta la memoria de Lima y tengo algo de melancolía. Un sutil estremecimiento siento al recordar a Dalmacia, la compañera de la juventud rebelde y altanera o a Mabel, la mujer de mis últimos tiempos limensis; pero hay que seguir. Si no pude quedarme en la Ciudad de los Reyes, tengo la esperanza de volver, mas ¿Cuándo será?
CUATRO
A ESTA HORA del atardecer se me ha dado por escribir. Debo hacerlo, si luché tanto por dedicarme a esta rara ocupación, tengo que estar en forma. El tema no interesa. Lo importante es pergueñar unas frases ideales, una música a tajo abierto del corazón. Ya van a ser tres semanas que llevo en mi ciudad natal. Me vi obligado a salir de Lima por la dificultad de sobrevivencia que observé. Se podría decir que estoy refugiado en la vieja casa de mis padres –ya fallecidos- que ahora maneja mi hermana mayor, Lola, con su dulce autoridad ya acostumbrada.
¿Qué hago en Piura? Estoy lejos de mis amigos limeños, de mi puesto de vanguardia en la literatura peruana, de mis actividades de promoción de recitales, conciertos, discusiones; en fín, la famosa contra-cultura. Hoy sólo me queda el recuerdo de 25 años de creación y acción radical. Pero esa memoria –es indudable- me permite vivir. Porque estoy vivo. Estoy perenne allí y aquí. Estos días –es necesario verlo así- constituyen el reposo del guerrero, la canción del después.
Acá tengo el apoyo directo de mi familia para poder vivir y escribir. En Lima esto se hacía cada vez más difícil. “Nunca me encontrarán abatido” podría decir como un verso de Jorge Pimentel. ¿Qué será del loco? Nos pasamos muy buenos momentos, desde hace mucho tiempo y en distintas etapas. Aquí puedo rememorarlo con afecto. Mi época con el Movimiento Hora Zero y luego mi relación personal y profesional con el autor de Kenacort y Valium 10. Juventud, aprendizaje, ultrismo, rabia y pasión. Qué más. La belleza de ciertas chicas. La otredad.
En Piura cae otro atardecer inmisericorde con la poesía. Es decir yo puedo escribir que estoy solo y puro, que mi vida es un reciclaje sorprendente, pero nada será como el poema más bello nunca logrado. Porque es inexistente, pero es.
¿Qué hago en Piura? Estoy lejos de mis amigos limeños, de mi puesto de vanguardia en la literatura peruana, de mis actividades de promoción de recitales, conciertos, discusiones; en fín, la famosa contra-cultura. Hoy sólo me queda el recuerdo de 25 años de creación y acción radical. Pero esa memoria –es indudable- me permite vivir. Porque estoy vivo. Estoy perenne allí y aquí. Estos días –es necesario verlo así- constituyen el reposo del guerrero, la canción del después.
Acá tengo el apoyo directo de mi familia para poder vivir y escribir. En Lima esto se hacía cada vez más difícil. “Nunca me encontrarán abatido” podría decir como un verso de Jorge Pimentel. ¿Qué será del loco? Nos pasamos muy buenos momentos, desde hace mucho tiempo y en distintas etapas. Aquí puedo rememorarlo con afecto. Mi época con el Movimiento Hora Zero y luego mi relación personal y profesional con el autor de Kenacort y Valium 10. Juventud, aprendizaje, ultrismo, rabia y pasión. Qué más. La belleza de ciertas chicas. La otredad.
En Piura cae otro atardecer inmisericorde con la poesía. Es decir yo puedo escribir que estoy solo y puro, que mi vida es un reciclaje sorprendente, pero nada será como el poema más bello nunca logrado. Porque es inexistente, pero es.
CINCO
HOY ES 2 de julio. Llevo casi dos meses en mi Piura natal. Hace una semana se me propuso trabajar en VISION del Norte, un diario de la localidad y no acepté debido a que es mi deseo volver a Lima pronto. Lo agradable de Piura es el clima, pero nada más. Estoy acostumbrado al ritmo de la Ciudad de los Reyes y allá debo marchar. Ya me comuniqué con Mabel, mi compañera y amante para regresar a sus delgados brazos y las noches de amor. Aquí me paso los días leyendo –felizmente está intacta la clásica biblioteca de mi padre- de modo que puedo alegrarme el espíritu con buenas páginas. Y escribir. Estoy componiendo poemas con la paz que no tenía hacía bastante tiempo en Lima, por la vida desordenada que llevé y que espero haber concluido definitivamente. Mientras tanto estoy preparando la presentación en Piura de mi último libro, la nouvelle Santísima Trinidad para el viernes 23 de este mes, en el auditorio de la Biblioteca Municipal de Piura. Contaré con las palabras introductorias de los poetas y profesores Sigfredo Burneo, Lelis Rebolledo y Adolfo Venegas. Entonces quedaré listo para mi retorno a Lima. A seguir escribiendo la novela Camarada Bailarina que tengo comenzada en el ordenador de Mabel. Estos son mis planes inmediatos.
SEIS
SEIS
CAPRICHO RIMADO
La tarde azul de mi extraño corazón
No sobrevivirá la pústula sí
Y en que vano sol tu fresco berbiquí
Se abre como flor bellísima pon
La rareza en el poema dudo
Que nos consuele la memoria triste
De cualquier forma tú estás desnudo
Por si acaso con la lluvia insiste
Debes avanzar en la cerretera
No morir de pena sino de kung fú
Ya sabes la línea es clara y tú
Corres sin descanso por la frontera
Santa Isabel, Piura, Año Domini 1999.
No sobrevivirá la pústula sí
Y en que vano sol tu fresco berbiquí
Se abre como flor bellísima pon
La rareza en el poema dudo
Que nos consuele la memoria triste
De cualquier forma tú estás desnudo
Por si acaso con la lluvia insiste
Debes avanzar en la cerretera
No morir de pena sino de kung fú
Ya sabes la línea es clara y tú
Corres sin descanso por la frontera
Santa Isabel, Piura, Año Domini 1999.